Resulta sorprendente, dadas sus dimensiones y magnífica arquitectura, que permaneciera oculto durante siglos, pues no fue hasta 1988 cuando se supo de su existencia. Esto se explica porque se encuentra en una zona de la ciudad que ha estado ocupada sin interrupción desde la fundación de la ciudad hasta la fecha.
Fruto de esto es la superposición de la Catedral Antigua sobre parte de las ruinas del teatro, convirtiendo el conjunto arquitectónico en único y espectacular.
Los trabajos de excavación e investigación del yacimiento han permitido conocer no sólo el monumento romano, sino que han convertido esta zona de la ciudad en un libro de historia en manos de arqueólogos e historiadores: convertido en zona comercial en el siglo V, se transformó en barrio portuario en época bizantina y posteriormente, en época islámica, fue reocupado como zona urbana, permaneciendo así hasta nuestros días.
El arquitecto Rafael Moneo, con una espléndida intervención, ha integrado el conjunto arqueológico y la arquitectura del siglo XXI.
El proyecto incluye no sólo el teatro y la catedral sino también el palacio Pascual de Riquelme, conectado con los restos arqueológicos por medio de un corredor subterráneo que, a través de los objetos expuestos, encontrados durante la excavación, sirve de introducción y nos prepara para entender el teatro, convertido por el arquitecto en la última sala de exposición del museo.
La visita al yacimiento culmina con un recorrido por los pasillos y escaleras de la cávea, permitiéndonos disfrutarlo tal como los romanos hicieron en su día.
El teatro, construido en el siglo I a. C, se levantó utilizando la pendiente de la colina de la Concepción, situada en el interior de la ciudad, para situar parte del graderío.
Con capacidad para 7.000 espectadores, su construcción coincide con un momento de renovación y monumentalización de la ciudad.
Además de la función lúdicacumple una función propagandística: construido en época del emperador Augusto y dedicado a los nietos de este, Cayo y Lucio Cesares, los presenta como sucesores naturales de este.
La decoración, no sólo de contenido político sino también religioso, se hacía visible principalmente en los espacios más representativos, la escena y la orchestra, donde esculturas, retratos e inscripciones podían ser observados por todos los espectadores.
Actualmente, más de 2.000 años después de su inauguración y gracias al esfuerzo de grandes profesionales, el Teatro Romano de Cartagena ha recuperado su esplendor y vuelve a ser el monumento más visitado de la Región.